Se trata de un sencillo procedimiento por el que el especialista estudia la parte posterior del ojo del paciente para comprobar qué patología padece, ya que a través de los métodos habituales no puede acceder a él. Es un proceso completamente indoloro y el examen no suele ir más allá de los 15 minutos.
Al igual que en una ecografía convencional, este aparato manda señales de alta frecuencia que rebotan contra el obstáculo y permiten predecir qué afecta al paciente.
El tratamiento se efectúa para que el oftalmólogo conozca con más seguridad qué es lo que falla dentro del ojo del afectado, estando entre las causas más comunes la hemorragia intravítrea, el desprendimiento de retina o tumores intraoculares.