Hoy en día la retinosis pigmentaria es la principal causa de degeneración hereditaria de la retina. El primer diagnóstico de esta grave pérdida de visión, se produjo por primera vez a finales del siglo XIX.

Aunque la investigación de la retinosis pigmentaria ha avanzado positivamente en el conocimiento de los diferentes factores que intervienen y causan su aparición y desarrollo, aún se debe avanzar en el largo camino que aún queda por recorrer.

Esta enfermedad se produce por la degeneración y apoptosis de los fotorreceptores (bastones-campo periférico), aunque en su fases final también afecta a los conos (visión central), provocando ceguera en un porcentaje importante de los casos.

Por lo que es importante destacar, que no es una enfermedad única, sino que se trata de un conjunto de enfermedades oculares de carácter crónico y degenerativo que se agrupan bajo un mismo nombre.

Los primeros síntomas de la Retinosis Pigmentaria son:

  • La ceguera nocturna o la lenta capacidad del ojo del individuo para adaptarse a la oscuridad. Aunque su visión durante el día puede ser completamente normal.
  • Una pérdida progresiva y continua del campo visual del individuo hasta formar una visión en túnel.

El principal problema de la retinosis pigmentaria, es que aparece de manera silenciosa y lenta, lo que conlleva que el afectado tarde en acudir a su oftalmólogo, por término medio, unos 15 años desde que se producen los primeros síntomas de la ceguera nocturna.

En cuanto a la edad de aparición es variada, pero aparece preferentemente entre los 25-40 años; aunque pueden producirse casos excepcionales de afectados con menos de 20 años y, aún en menor frecuencia, casos en los que la enfermedad no comienza a mostrar su síntomas hasta pasados los 50 años.

Otra de la particularidades de la retinosis pigmentaria, es que no afecta a todos por igual. Incluso miembros de una misma familia que hayan desarrollado esta enfermedad degenerativa, pueden mostrar diferentes grados de pérdida de visión.

La retinosis pigmentaria afecta a una de cada 3.700 personas, pero esta cifra puede variar dependiendo del país. Y es más frecuente en los varones (60% de los afectados) que en las mujeres (40%).

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